Hay familias con trágicos destinos. Es el caso de la familia Ortega Cano, Mohedano y Carrasco. Tres familias tocadas por la tragedia. El último suceso triste ha sido el accidente del torero José Ortega Cano en vísperas del aniversario de la muerte de su esposa Rocío Jurado. Las revistas y los programas rosas de la tele ya tienen carnaza para largo. ¿Morirá el torero? ¿Se recuperará? ¿Qué pasará con la familia del conductor fallecido en el accidente?...
La crónica rosa tiene mucho de crónica negra. A la gente le gusta ver a los ricos llorar. Eso consuela, y más en tiempos de crisis. Los problemas de la mayoría de los telespectadores del Sálvame tienen como protagonista la nevera vacía. Por eso no hay mejor consuelo que ver un famoso penando por un destino morboso.
Yo no me encuentro entre ese grupo de gente. Me gusta ver bodas en Yerbabuena, bautizos y nuevas relaciones porque nunca creí en el amor eterno ni en el amor con ningún otro adjetivo que no fuera caduco.
A Ortega Cano se le acabó el amor por la muerte de la esposa. Ahora dicen que su vida corre peligro. Cruzo los dedos. Ojalá que se salve y ojalá que ese pobre vecino suyo no hubiera muerto. Es una pena que una velocidad inadecuada acabe con un inocente en el cementerio.