He comprado un bebé
que no llora ni se enfada
cuando se me olvida darle
un biberón rebosante
de leche o lo que sea
esta cosita tan blanca.
Mi bebé es una niña
a la que llamo Romualda
y no tuve que parirla
ni en mi vientre llevarla
durante los nueve meses
que les costó fabricarla
a dos sabios artesanos.
Pesa tres kilos y medio,
sus ojitos son muy claros,
tiene los dedos perfectos
en sus manitas simpáticas
y en los pies cuento diez
dedos que no tienen fallo.
Acaricio su carita
de mofletes sonrosados
y mi niña sigue riendo
como cuando la compramos.
Creo que pronto traeré
para casa a su hermana
y, si tengo más dinero,
iré por otro hermano
para tener la familia
más numerosa del barrio.
Ahí les dejo el link
por si ustedes desean
sin parir ser buenas madres
de niños que nunca lloran
ni eructan por los gases.