El Mandarin Oriental Hotel en Singapur es un hotel caro en el que vale la pena alojarse. Nosotros tuvimos la oportunidad de pasar allí un fin de semana gracias al trabajo de marido. Fueron unos días inolvidables, sobre todo para mí porque estaba de acompañante y tuve horas y horas para disfrutar.
Cuando estuvimos nosotros, hace unos ocho años, acababa de ser reformado. No es que sea un hotel antiguo, pero ya tiene sus años. Fue construido el año 1987.
Está bien comunicado. Te lleva una media hora llegar al aeropuerto y lo que son las oficinas de la ciudad, la zona de negocios, te queda a unos cinco minutos de coche.
La ventaja es que resulta un hotel bastante tranquilo porque queda alejado de la zona de hoteles donde se alojan todos los turistas.
Nuestra habitación era un cuarto luminoso gracias a los grandes ventanales que llegaban del suelo al techo. Tenía unas preciosas vistas al mar. Tenía una decoración muy oriental, muy lujosa.
El lujo estaba muy presente por todo el hotel. Es un cinco estrellas con todas sus estrellas merecidas.
Nos quedamos a comer en su restaurante italiano. La Dolce Vita se llamaba. Había otros cuatro restaurantes y falta hacían porque el hotel estaba bastante lleno. Nos comentaron en recepción que casi tenía ocupadas todas sus habitaciones, más de 500.
Yo lo que más disfruté fueron las clases de yoga que nos impartían en un patio al aire libre. Me relajé para el resto del año. También pasé mucho tiempo en el spa.
Volvería sin pensarlo dos veces a este hotel en Marina Square. Estabas como en el séptimo cielo. Los toques orientales estaban presentes en toda la decoración, pero no eran cargantes. Estaba muy bien conseguida la combinación de lo moderno con lo oriental.
La cama de nuestra habitación era enorme. Todo un lujo. Y el colchón muy cómodo. Pero lo que más te llamaba la atención eran las espectaculares vistas. Nuestra habitación daba a la bahía, pero también había habitaciones con vistas a la ciudad.
Cuando estuvimos nosotros, hace unos ocho años, acababa de ser reformado. No es que sea un hotel antiguo, pero ya tiene sus años. Fue construido el año 1987.
Está bien comunicado. Te lleva una media hora llegar al aeropuerto y lo que son las oficinas de la ciudad, la zona de negocios, te queda a unos cinco minutos de coche.
La ventaja es que resulta un hotel bastante tranquilo porque queda alejado de la zona de hoteles donde se alojan todos los turistas.
Nuestra habitación era un cuarto luminoso gracias a los grandes ventanales que llegaban del suelo al techo. Tenía unas preciosas vistas al mar. Tenía una decoración muy oriental, muy lujosa.
El lujo estaba muy presente por todo el hotel. Es un cinco estrellas con todas sus estrellas merecidas.
Nos quedamos a comer en su restaurante italiano. La Dolce Vita se llamaba. Había otros cuatro restaurantes y falta hacían porque el hotel estaba bastante lleno. Nos comentaron en recepción que casi tenía ocupadas todas sus habitaciones, más de 500.
Yo lo que más disfruté fueron las clases de yoga que nos impartían en un patio al aire libre. Me relajé para el resto del año. También pasé mucho tiempo en el spa.
Volvería sin pensarlo dos veces a este hotel en Marina Square. Estabas como en el séptimo cielo. Los toques orientales estaban presentes en toda la decoración, pero no eran cargantes. Estaba muy bien conseguida la combinación de lo moderno con lo oriental.
La cama de nuestra habitación era enorme. Todo un lujo. Y el colchón muy cómodo. Pero lo que más te llamaba la atención eran las espectaculares vistas. Nuestra habitación daba a la bahía, pero también había habitaciones con vistas a la ciudad.
