El Hotel California en Londres está céntrico y es barato en comparación con lo que te cobran otros hoteles londinenses por noche. Nosotros nos alojamos en este hotel por unos setenta euros la noche.
Pero es un hotel que tiene ciertas incomodidades. Por ejemplo carece de ascensor. Tuvimos que subir hasta nuestra habitación en la segunda planta por unas escaleras que crujían cada vez que pisabas el suelo. Menos mal que no llevamos las niñas porque no me imagino a mis dos tesoros escaleras arriba.
Tampoco me gustaría que mis hijas se alojaran en una habitación que tenía un escalón justo en el medio. Si no tenías cuidado, te matabas allí mismo. Encima era una habitación estrecha.
¿Más desventajas? La higiene. No cambiaron las sábanas hasta el segundo día y las cambiaron porque se lo pedí. Me dijeron que allí no se mudaban las camas a diario, como mucho cada tres días.
Lo único bueno del hotel fue el desayuno. Era un buffet en el que tenías hasta judías para meter entre pecho y espalda a primera hora de la mañana. Por lo demás había salchichas para aburrir, beicon, huevos revueltos,... Un desayuno muy inglés.
En nuestra habitación teníamos un hervidor que yo utilicé para prepararme unas tilas. Nos habían dejado bolsitas de té y azúcar. Pero a mí el té no me va.
También había una conexión wi fi que iba rápida como una moto.
Para comer nos decantamos por los restaurantes de la zona. Es una zona donde hay mucho estudiante y los precios no son caros. Mi marido recurrió mucho a las máquinas de vending que había en el hall del hotel. Así le pasaba que nunca tenía hambre.
No creo que vuelva a este hotel. Lo que peor lleve fue que no tuviera ascensor. No es que fuera un hotel grande, pero tenía tres plantas y 60 habitaciones. Era un hotel muy familiar y se le notaba. Allí la profesionalidad del servicio brillaba por su ausencia.
Pero es un hotel que tiene ciertas incomodidades. Por ejemplo carece de ascensor. Tuvimos que subir hasta nuestra habitación en la segunda planta por unas escaleras que crujían cada vez que pisabas el suelo. Menos mal que no llevamos las niñas porque no me imagino a mis dos tesoros escaleras arriba.
Tampoco me gustaría que mis hijas se alojaran en una habitación que tenía un escalón justo en el medio. Si no tenías cuidado, te matabas allí mismo. Encima era una habitación estrecha.
¿Más desventajas? La higiene. No cambiaron las sábanas hasta el segundo día y las cambiaron porque se lo pedí. Me dijeron que allí no se mudaban las camas a diario, como mucho cada tres días.
Lo único bueno del hotel fue el desayuno. Era un buffet en el que tenías hasta judías para meter entre pecho y espalda a primera hora de la mañana. Por lo demás había salchichas para aburrir, beicon, huevos revueltos,... Un desayuno muy inglés.
En nuestra habitación teníamos un hervidor que yo utilicé para prepararme unas tilas. Nos habían dejado bolsitas de té y azúcar. Pero a mí el té no me va.
También había una conexión wi fi que iba rápida como una moto.
Para comer nos decantamos por los restaurantes de la zona. Es una zona donde hay mucho estudiante y los precios no son caros. Mi marido recurrió mucho a las máquinas de vending que había en el hall del hotel. Así le pasaba que nunca tenía hambre.
No creo que vuelva a este hotel. Lo que peor lleve fue que no tuviera ascensor. No es que fuera un hotel grande, pero tenía tres plantas y 60 habitaciones. Era un hotel muy familiar y se le notaba. Allí la profesionalidad del servicio brillaba por su ausencia.