Pan para hoy y hambre para mañana. Eso es la economía sumergida de nuestra cotidianidad. El chapuzas que viene a casa, el dentista que no te da factura y te despide con un recibí más digno de un arreglapuertas que de un arregladientes, la modista de barrio, el que vende manualidades a los amigos para seguir viviendo, los que se buscan los garbanzos en ventas vía eBay... Los supervivientes en una economía donde tienes que abrirte hueco a codazos, quieras o no, para poner un plato sobre la mesa. Ahora el Gobierno quiere echarle el anzuelo a los que malviven de la economía sumergida. ¿Piensan que la gente que no cotiza a la Seguridad Social lo hace por gusto? En su mayoría, se ven obligados a elegir entre pagarle al Estado impuestos y cotizaciones o pagar las facturas de casa y la comida. Así de dura es la vida en este país que se creyó Primer Mundo. Yo defiendo la economía sumergida. Me parece más digno trabajar en negro que ponerte a la cola de un comedor social o ir a los servicios sociales del ayuntamiento a llorar tus penas. Prefiero comer de mi trabajo, aunque sea en negro, que de las limosnas. No valgo para pedir. Lo mío es currármelo. ------------------- |