Tenemos lo que nos merecemos: recortes de derechos sociales y un futuro negro. La huelga del 27 de enero en Galicia, País Vasco y Cataluña fue un fracaso. El día amaneció como un día sin huelga. Todos a trabajar, los niños al colegio, los parados durmiendo. A la manifestación de las 12 fueron los liberados y algún piquete informativo cansado de informar y de permitir actividad económica. Ni siquiera los piquetes son piquetes. La sociedad de consumo nos ha adormecido a todos. Somos imbéciles.
Sentí vergüenza hasta de mí misma. había pensado que la CIG iba a meter miedo con sus piquetes. ¡Qué tonta! El perrillo de mi vecina causa más temor. Los nacionalistas de la CIG están tan derechizados como los sindicalistas que aceptaron las pensiones recortadas por Zapatero. Unos mierdas.
En este país no hay cojones para imponer una huelga y digo imponer porque los derechos se han conseguido con sangre, sudor y lágrimas. No triunfó la Revolución Francesa sin cortar cabezas de nobles.
Ahora, en cambio, nos arrodillamos ante los mercados, ante los capitalistas. Que nadie nos llame violentos. Aceptamos sin rechistar una nevera vacía para nuestro presente y el derecho a la eutanasia para salir dignamente de una vejez en al que no tengamos derecho a una pensión. Sigamos creyéndonos clase media. Aparentemos. Engañémonos. El precio de nuestra resignación de hoy será la pobreza del futuro.
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REBAJAS
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