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miércoles, 14 de diciembre de 2011

Hotel Cardinal de Florencia

 

El Hotel Cardinal de Florencia es un hotel bastante cutre. De esos hoteles que parecen más una pensión que un hotel.


Para empezar la entrada es de piso de vecindario antiguo. Llegas al tercer piso, que es donde está el hotel, y te dicen que nada de aparcar delante de la puerta del edificio. Quedamos a cuadros.


Más a cuadros me quedé cuando miré para el suelo y no vi baldosas ni parqué ni la moqueta que tanto odio. ¡Aquello era cemento! Por el pasillo había unas alfombras que intentaban ocultar el suelo de cemento.


En nuestra habitación encontramos un cuarto de baño grande que no pegaba con un cuarto tan minúsculo. Estuvimos con dos sardinas en una lata. El champú y el gel estaban en sobres como los de las muestras gratuitas.


Menos mal que la habitación tenía aire acondicionado porque de lo contrario nos hubiéramos derretido con la calor en un habitáculo que daba a un patio interior.


Igual de claustrofóbico era el saloncito donde servían los desayunos. Las mesas estaban tan juntas que no valía la pena sentarse a no ser que quisieras acabar con la silla de tu vecino en la esplada. Encima parecía el camarote de los hermanos Marx. Estaba hasta los topes. Yo le dije a mi marido que allí no comía ni loca. No nos perdimos nada: bollería industrial resesa y zumos de cartón era lo que había.


Tampoco utilizamos lo que allí se entendía por parking privado: el patio interior. El coche lo dejamos en otro parking.


PRUEBA PRIMERO, PAGA DESPUÉS